Siendo ya Nochebuena, es normal tener en mente algunos detalles típicos de la época, como los famosos renos de Santa Claus.
Aunque la nariz de Rudolph no se vuelve roja por la radiación, por desgracia los renos de Chernobyl tienen el dudoso honor de poseer aún radiación en sus adentros, a pesar de que ya han pasado 30 años desde el desastre de la Central Nuclear de Chernobyl. Hoy en día siguen existiendo renos por las montañas nevadas de la zona, pero todos ellos poseen radiactividad.
Además de estos animales, los Sami, nativos del Norte del Ártico, también se vieron afectados por el desastre nuclear. Muchos de ellos trabajaban de “boazavázzi” o “caminantes de renos”, cuyo objetivo era recorrer cientos de kilómetros para vender carne de reno cuando llegase la época. Tras la explosión, su forma de vida también voló por los aires.
Las consecuencias del desastre de Chernobyl para los animales salvajes
Cómo afectó la radiación a los renos de Chernobyl
Tras el desastre nuclear, la gente de Sami vio como la tierra se teñía de un material tóxico, el cual convirtió a los renos en animales radiactivos, envenenando literalmente su negocio y forma de vida. Ahora, el fotógrafo Amos Chapple ha viajado hasta Snasa, en Noruega, y se ha reunido con pastores del lugar que buscan preservar las tradiciones.
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Entre las secuelas del desastre de Chernobyl está la liberación a la atmósfera de la Unión Soviética y parte de Europa de productos peligrosos como el cesio-137, el cual ha conseguido viajar gracias al viento y la lluvia. En el caso de Noruega, un gran aguacero permitió que 700 gramos de ceso-137 llegasen a la zona.
Lagos, bosques y todo tipo de plantas (y sus frutos) también acabaron contaminados. Incluso el liquen, un tipo de hongo y alimento preferido de los renos, recibió su dosis de radiación. Todo ello, en consecuencia, dio lugar a que hoy en día tengamos renos de Chernobyl radiactivos.
Las tristes consecuencias de la radiación sobre los renos de Chernobyl
El liquen, al no poseer raíces, absorbe sus nutrientes del aire a modo de esponja; por tanto, fue bastante sencillo que este hongo acabase contaminado de cesio-137, el cual acabó afectando a los renos de Chernobyl casi de forma inmediata.
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Durante 9.000 años, los Sami habían basado su forma de vida en los renos: Eran alimento, negocio y tradición, todo en uno. Pero el desastre de Chernobyl volatilizó todo esto. Ya en 1986 los investigadores detectaron niveles de radiación en los renos no aptos para el consumo humano, por lo que los Sami vieron como sus rebaños carecían de valor a nivel alimentario y económico.
A pesar de que 30 años después las condiciones son mejores (la radiactividad del cesio-137 ha disminuído a la mitad), los líquenes de la zona siguen siendo poco seguros por su lento crecimiento. De hecho, en 2014 cientos de renos no pasaron la revisión de radiactividad. Aún así, los pastores Sami siguen consumiendo renos, y cada año se hacen pruebas de radiactividad. Pero su negocio ha dejado de existir.
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