Científicos estadounidenses están cerca de cumplir el sueño de Frank Cuesta, ese imprudente explorador que trata a las serpientes más peligrosas del planeta como si fueran adorables gatitos. En efecto, están desarrollando un antídoto universal contra los 28 venenos de serpiente más comunes del planeta.
Desde 2009 la picadura de serpiente está considerada por la OMS como enfermedad olvidada. Y es que es un problema grave de salud pública en numerosas zonas del planeta. Se calcula que se producen 5,4 millones de picaduras al año en todo el mundo, de las cuales entre 40.000 y 125.000 terminan resultando mortales.
En la actualidad, cada especie de serpiente tiene su antídoto específico. Además, estos medicamentos tienen que aplicarse fríos, de manera que si te pica uno de estos reptiles solo te queda llegar a salvo al hospital más cercano y esperar que tengan a mano el contraveneno adecuado. Y esto, en zonas rurales o selváticas, no siempre es posible.
¿Por qué es tan difícil desarrollar un antídoto contra el veneno de serpiente?
El trabajo de los investigadores, de la California Academy of Sciences, es muy complejo. En primer lugar, porque no todos los venenos de serpiente actúan del mismo modo. Pueden causar parálisis, daños en los tejidos, coagulación sanguínea y, a menudo, una combinación de estos síntomas. Además, afectan a áreas claves del organismo, como son el sistema nervioso y el cardiovascular. Por ello, pueden ser considerados los venenos más peligrosos de la naturaleza.
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Estos efectos se producen a causa de las toxinas que contienen. Generalmente, estas toxinas viajan por el organismo y se acoplan a los receptores de nuestras células, bloqueándolos e inutilizándolos. Por ejemplo, el veneno de la cobra real contiene una neurotoxina que viaja a través de la sangre y llega a nuestras neuronas. Allí, ocupa los receptores de acetilcolina, la molécula que permite el movimiento muscular. Con estos receptores inutilizados, el impulso nervioso no puede propagarse y se produce parálisis. Si esta toxina llega al corazón o los pulmones la víctima puede caer en coma y morir.
A menudo, las uniones entre toxina y receptor son tan fuertes que ningún medicamento puede separarlos. Aquí, y en la gran variedad de efectos que provoca el veneno de serpiente, radica la dificultad de esta investigación. Entonces, ¿de qué está hecho este antídoto?
La clave: una enzima presente en el veneno de serpiente
La investigación comenzó en 2011 liderada por el científico Matt Lewin. Su objetivo era una enzima presente en gran cantidad de venenos y que, además, es segregada por nuestro cuerpo durante la inflamación. Su nombre científico es Fosfolipasa 2 o sPLA2 y su función es la de cortar ciertas moléculas presentes en la membrana de las células. Sin embargo, cuando está fuera de control produce daños celulares e inflamación grave. Tanto es así que esta enzima se ha relacionado con la enfermedad del Alzheimer o la epilepsia, entre otras.
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Cuando se encontraron con estos datos, los científicos comenzaron a probar miles de sustancias capaces de frenar los efectos de la enzima. De todas ellas, una destacó sobre las demás: el varespladib. A continuación, Lewin trasladó su descubrimiento al Yale Center for Molecular Discovery, donde lo probaron utilizando ratones. Aunque está aún en fases tempranas de desarrollo, este fármaco ha demostrado efectividad contra 28 especies distintas de serpientes, entre las que destacan la bamba negra, la cobra india, la cobra del Cabo o la serpiente de cascabel sudamericana.
Todo indica, por tanto, que dentro de algunos años podremos dejar de preocuparnos por estos reptiles, adorados y temidos por los seres humanos durante miles de años.
Fuente | Stat
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