Hoy contaremos la historia de Samantha, una mujer de apenas 39 años que una mañana se despertó con la sorpresa de no poder tragar.
En el caso de Samantha, tardó hasta tres años y medio en pasar por diferentes citas médicas hasta poder recuperar su capacidad para tragar y comer con normalidad. Por suerte, en España no se requiere tanto tiempo hoy en día, pero hace unos años posiblemente se tardaría un tiempo más que ahora.
El día que Samantha se levantó y descubrió que no podía tragar el susto fue mayúsculo, y posiblemente lo sería para cualquiera que le sufriese algo similar. Morir atragantado por la tostada del desayuno no es algo demasiado común, pero si tus músculos de la garganta deciden no funcionar, es evidente que algo va mal. Pero, ¿por qué le pasó esto a Samantha? ¿puede pasarle a cualquiera?
La disfagia, o la maldición de no poder tragar
Lo que le pasó a Samantha, y hoy en día sufren muchos individuos se llama disfagia, una situación que puede ser tanto una enfermedad en sí misma como un síntoma de algo más. Quienes sufren esta maldición de no poder tragar tienen tendencia a ahogarse con facilidad, o ha hacer lo que en medicina llamamos “aspiraciones“, donde parte del alimento no pasa al estómago sino a los pulmones, dando lugar a graves infecciones respiratorias como las neumonías.
Por otro lado están las disfagias graves, donde el hecho de no poder tragar acaba implicando incluso deshidratación o desnutrición, ya que los líquidos y los alimentos sólidos no llegan a donde deben, el estómago. Además, a todo esto debemos añadirse los daños emocionales y psicológicos que puede sufrir una persona al darse cuenta de que no poder tragar tiene muchos inconvenientes en el día a día: Cambios de dieta radicales, no poder acudir a comidas o cenas con familiares o amigos…
En el caso de Samantha, pasaron hasta 6 meses hasta que ella y su marido supieron que su problema tenía nombre propio y no era una simple ansiedad, como le habían dicho en un principio: Tenía disfagia.
¿A quién suele afectar la disfagia?
La tendencia es que el hecho de no poder tragar afecte más a las personas ancianas, el 45% de las cuales sufren diversos niveles de disfagia (llegando a ser el 65% si viven en residencias). Esto tiene su lógica, pues con la edad nuestros músculos en general se van debilitando, y para poder tragar necesitamos hasta 25 músculos diferentes.
El 45% de los ancianos sufren problemas para poder tragar o disfagia, llegando a ser el 65% si viven en residencias
Por otro lado, existen otras personas con problemas para poder tragar como los afectados por un ictus o por enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, el Alzheimer, la Esclerosis Múltiple y otros. En algunos casos, el conocido Reflujo Gastro-Esofágico también acaba produciendo molestias para poder tragar, llegando a ser graves si no se controlan con la medicación adecuada.
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¿Cómo se identifican los problemas para poder tragar o disfagia?
El primer paso es ser consciente del problema, de que sucede algo raro, y dirigirnos inmediatamente a nuestro médico de familia o médico de cabecera. Tras un correcto diagnóstico, si el problema no es visible por los métodos básicos de consulta y se necesita ver más allá, se nos remitirá al especialista en otorrinolaringología.
Aquí llega la parte incómoda, pues para verificar el origen que ha desencadenado no poder tragar hay que realizar pruebas, y en este caso se usan tubos flexibles (como el laringoscopio o fibroscopio). Se meten por la nariz para visualizar tanto la entrada al esófago como a la traquea, y en algunos casos es necesario examinar todo el esófago con un endoscopio más largo. No, no es cómodo, pero es necesario.
Los dos tercios posteriores de la lengua de Samantha eran tan débiles como los de una persona de 90 años
Si aún así no se consigue visualizar el problema para poder tragar, se realizaran las llamadas “pruebas de deglución” junto al uso del endoscopio, para ver como reaccionan nuestros músculos frente a diversas densidades de alimento.
En el caso de Samantha, tras realizar estas pruebas, se llegó a la conclusión de que las dos terceras partes posteriores de su lengua eran tan débiles como las de una persona de 90 años.
¿Existe tratamiento o solución para la disfagia?
Para poder tragar con normalidad, o al menos mejorar los síntomas de la disfagia, existen diversos tipos de tratamientos. Por desgracia, el problema no suele curarse totalmente, igual que le sucedió a la protagonista de nuestra historia de hoy. Existen hasta 4 tipos de categorías de tratamiento.
En primer lugar, los tratamientos médicos o con cirugía. Si el problema para poder tragar es “estructural” (por la forma de nuestra garganta o algún obstáculo muscular), hay operaciones como solución; en otros casos, existen medicamentos que desencadenan la disfagia, y simplemente hay que identificarlos y quitarlos, solucionando así el problema.
En segundo lugar, tenemos las modificaciones físicas, donde la postura para tragar es importante. En estos casos se nos entrenará para adquirir posturas determinadas a la hora de comer y también nos darán algunos ejercicios para intentar fortalecer la musculatura de nuestra garganta y mandíbula.
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En tercer lugar, las modificaciones de la deglución: Debemos cortar los alimentos en trozos pequeños, que sean apetitosos y atractivos a la vista (pues muchas veces la disfagia conlleva la pérdida del gusto y el olfato); también es aconsejable tener líquido a mano para ayudar a poder tragar y, sobre todo, tener mucho tiempo y tranquilidad para poder comer.
En cuarto lugar, para finalizar, tenemos las llamadas modificaciones de la alimentación: Se deben esperar los líquidos para impedir atragantamientos, evitar los alimentos ácidos, estimular el apetito con alimentos vistosos y triturar o ablandar adecuadamente los alimentos sólidos para que se necesite menos masticación y fuerza por parte de la lengua para consumirlos.
Hoy en día Samantha ha mejorado mucho, pero a pesar de todo, sigue teniendo dificultades para poder tragar. ¿La causa? Como en su caso, en muchas ocasiones es desconocida.
Más información | Dysphagia Online.
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