El origen de las tradiciones deportivas más populares

Vamos a repasar el origen de las tradiciones deportivas más populares alrededor del mundo.

Cualquier deporte se define por sus reglas, y no hay regla más importante que la tradición. En muchos casos aprenderse las costumbres y tradiciones detrás de cada deporte es más importante que las reglas en sí, como si fuera una obra de teatro en la que los personajes tienen que clavar su papel.

Desde el himno nacional de los competidores antes del encuentro, hasta la ceremonia de celebración, las tradiciones forman el ADN del deporte, y como tal se respetan de manera rigurosa por todos los participantes y son esperadas con entusiasmo por los aficionados.

Las tradiciones deportivas que amamos

Estas costumbres han sufrido varios cambios a lo largo de su historia, pero en la mayoría de los casos la idea suele ser la misma. A continuación tenéis algunas de estas tradiciones cuyo origen tal vez no conocíais.

Intercambio de camisetas

En el fútbol (y en otros deportes) tanto la afición como los jugadores a veces se olvidan de que es un deporte y no la guerra, y por eso esta es una de las costumbres más bonitas que tiene.

Al intercambiar la camiseta con el contrario, los jugadores quieren escenificar que a pesar de todo, se siguen respetando mutuamente y no tienen vergüenza ni reparo en que les vean con los colores del equipo contrario. Además, muchos jugadores, especialmente de categorías bajas, buscan al jugador que más admiran para pedirle la camiseta, y la guardan como un tesoro.

Ese fue el origen de la práctica, cuando en 1931 la selección nacional francesa consiguió vencer por primera vez en un partido internacional a Inglaterra, que por aquel entonces eran la referencia en el mundo del fútbol.

Fue un momento tan importante para el fútbol francés que los jugadores no se lo creían, y cuando terminó el encuentro pidieron las camisetas a los ingleses como recuerdo. Estos no se negaron, y así quedó registrado el primer intercambio de camisetas en el fútbol.

Sin embargo, esa fue una ocasión muy especial que no volvió a repetirse hasta el mundial de 1954, según la FIFA. Desde entonces se convirtió en tradición en todas las copas del mundo y luego a las competiciones internacionales de equipos.

El champán en la Formula 1

Cuando termina una carrera, el objeto más preciado para el ganador no es el trofeo (que cada vez son más horrorosos), sino la botella de champán que dan en el podio, al final de la ceremonia de entrega de premios.

Después de un poco de “meneo”, la blanca espuma sale despedida, mojando a azafatas/os, miembros del equipo, los coches y a los otros competidores. Si es la primera vez que uno de los pilotos llega al podio, la tradición es que los otros dos vayan a por él, empapándolo de arriba a abajo como una ceremonia de iniciación.

Pero, ¿cuál es el origen de esta ceremonia tan homoerótica curiosa? La tradición de entregar una botella de champán al ganador de una carrera de coches data del Gran Premio de Francia de 1950, celebrado en la región de Reims, capital mundial del champagne. Así que fue lógico que el ganador, Juan Manuel Fangio, recibiese como premio una botella de champán de manos del mismísimo Paul Chandon Moët.

Curiosamente, la primera vez que a alguien se le ocurrió usar el champán de regalo para salpicar a todos los presentes no fue en la Formula 1, sino en las 24 de Le Mans de 1967.

Ferrari era la gran favorita antes de la carrera, mientras que la prensa había predicho un desastre para Ford, que había apostado por fabricar su nuevo GT40 Mark IV en tierras estadounidenses (en vez de Reino Unido como los anteriores); además, uno de los coches era compartido por dos pilotos que mantenían una gran rivalidad, Dan Gurney y A.J. Foyt.

Sorprendentemente, fueron estos dos pilotos los que rieron los últimos, ganando la carrera gracias a una conducción maestra en la que dejaron su rivalidad aparte. Cuando se completó la ceremonia de premios y los pilotos recibieron la botella de champán, Gurney vio a sus pies a los mismos periodistas que le habían criticado.

Cogió la botella, la movió y roció a todos los presentes en un acto que parecía una locura en medio de una ceremonia que hasta entonces era muy seria, y que volvió a repetirse en todas las carreras de la mayoría de las disciplinas.

Cortar la red en el baloncesto

Cuando los jugadores ganan una final de baloncesto, además del trofeo o las medallas también esperan dos objetos muy inusuales: unas tijeras y unas escaleras. Su objetivo, cortar las redes de las canastas y llevárselas a casa, como el trofeo de un cazador.

Esta es una tradición que se inició en las ligas universitarias de EEUU, pero que ha acabado llegando a Europa y al resto del mundo. Todo empezó en la década de los 1920, en el torneo entre instututos del estado de Indiana.

Curiosamente la primera vez no lo hizo un jugador adolescente sino un “adulto responsable”: el entrenador Everett Case, que cortó la red en cuatro ocasiones gracias al dominio de sus equipos en la década de los 20 y los 30.

Ni siquiera la Segunda Guerra Mundial consiguió calmarle, ya que cuando se enlistó fue director deportivo en varias escuelas de vuelo, llevándose su propia tradición por donde iba. Cuando la guerra terminó y volvió a entrenar (y a ganar), no tuvo que esperar mucho para volver a cortar una red, en 1945.

El motivo detrás de este gesto no es muy profundo, simplemente quería la red como un signo de que habían ganado el campeonato, pero pronto se popularizó de manera espontánea, con jugadores subiéndose unos encima de otros con tijeras que tenían guardadas.

Aunque inicialmente parecía un acto rebelde y algo delincuente, hoy en día está todo mucho más organizado y en muchas competiciones se considera como parte de las celebraciones, con escaleras y tijeras “oficiales” a disposición de los jugadores.

La leche para el ganador de las 500 millas de Indianápolis

Las 500 millas de Indianápolis es una de las carreras más famosas del planeta junto con el Gran Premio de Mónaco y las 24 horas de Le Mans, y como tal es hogar de una buena cantidad de tradiciones, como la de que el ganador tiene que besar los ladrillos de la línea de meta.

Pero la más antigua es la que dice que el ganador tiene que beber de un bote de leche en cuanto sale del coche; sí, mientras los europeos nos emborrachamos con champán, los estadounidenses prefieren una bebida un poco más sana.

En realidad, la tradición de la leche es más vieja que la del champán, y empezó en 1933; aunque los coches actuales son capaces de completar las 500 millas en tres horas o menos, en los primeros años el evento podía sobrepasar las seis horas, y a diferencia de Le Mans, cada coche sólo tenía un piloto.

Por eso cuando Louis Meyer salió del coche como ganador, pidió inmediatamente un vaso frío de buttermilk (o suero de mantequilla), una bebida muy popular en algunos países, para refrescarse y recuperar las fuerzas. Cuando volvió a ganar en 1936 hizo lo mismo, pero en vez de un vaso le dieron la botella entera.

La foto de Meyer bebiendo a morro mientras celebraba la victoria fue la portada de los periódicos locales, pero por la mala calidad de la foto la buttermilk se confundió con leche, y desde entonces esta se convirtió en una imagen icónica al final de cada carrera. Y si eres intolerante a la lactosa, mala suerte, porque los pilotos sólo pueden elegir entre leche entera, semidesnatada y desnatada.

La chaqueta verde del Masters de Augusta

Esta chaqueta verde está pasada de moda, da demasiado calor, y no es nada práctica para jugar al golf, y sin embargo todos los jugadores sueñan con poseer una algún día.

Se trata de la chaqueta que te dan al ganar el Masters, o Masters de Augusta, uno de los torneos de golf más importantes del planeta y con una de las tradiciones más curiosas.

En 1937 el club de golf de Augusta tuvo una curiosa idea para promocionarse: todos los miembros llevarían una chaqueta verde, para que los asistentes a la competición pudiesen reconocerlos entre la multitud y hacerles preguntas.

La verdad es que los propios miembros no estaban muy entusiasmados con la idea, ya que la chaqueta era demasiado calurosa para pasar largas horas jugando al golf, aunque con el tiempo cambiaron a un modelo más ligero.

La chaqueta verde se convirtió en el símbolo del club y de su exclusividad, sobre todo cuando a partir de 1949 empezó a ser otorgada a los campeones del torneo, con una ceremonia en la que el ganador anterior ayuda al nuevo a ponerse la chaqueta.

Esta ceremonia también escenifica que el anterior campeón no podrá seguir llevando su chaqueta verde, ya que sólo el campeón vigente la puede vestir en cualquier parte. Los antiguos campeones tienen que devolver la chaqueta al club, y sólo la pueden llevar en ocasiones especiales.

Las medallas olímpicas

En las Olimpiadas originales de la antigua Grecia el ganador de cada categoría recibía como único premio una corona de olivo (luego de laurel), aunque cuando volvían a sus tierras eran considerados héroes locales y era común que pudiesen vivir bien con las donaciones.

Sin embargo, ya en su momento el poeta Ovidio bromeaba por este premio ridículo, y uno de sus personajes en una obra de teatro llega a decir que Zeus es pobre, porque no puede regalar más que una rama de olivo a los ganadores de los juegos que él mismo fundó. Si fuese rico, asegura, les regalaría oro.

Tal vez por eso, cuando los Juegos Olímpicos volvieron a celebrarse en 1896, los organizadores quisieron recompensar a los ganadores como se merecían. Sin embargo, no tenían suficiente dinero como para comprar oro, así que acabaron otorgando medallas de plata para los ganadores y de bronce para los subcampeones.

Curiosamente, la siguiente edición, la de 1900 en París, abandonó la idea de las medallas y los ganadores recibieron copas, trofeos o incluso piezas de arte como cuadros. No fue hasta los Juegos de 1904 en St. Louis que se estableció por primera vez la estructura de medalla de oro para el ganador, de plata para el segundo, y de bronce para el tercero.

Sin embargo, los organizadores pronto se dieron cuenta de que regalar medallas de oro puro era muy mala idea, y las “medallas de oro” actuales son de plata con seis gramos de oro. ¿Por eso hay tantos deportistas que muerden su medalla? En realidad son los fotógrafos los que les piden insistentemente hacer esa pose, según David Wallechinsky, presidente de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos.

No está claro si las medallas tienen significado, aunque una teoría es que representan las edades de la humanidad en la mitología griega. La Edad de Oro es una utopía en la que el hombre vivió en armonía entre los dioses, en la Edad de Plata reinaba la impiedad y la juventud duraba 100 años, y la Edad de Bronce es un periodo de guerras y violencia.

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