Hoy en Omicrono Ciencia os demostramos cómo es posible enseñar genética a los niños usando la popular saga de Harry Potter.
Y bien, diréis a primer vistazo que ambos conceptos no tienen una relación aparente, pero os sorprendería la cantidad de elementos que podemos tomar de estas novelas sobre magia y aventuras para entender conceptos sobre genética clásica.
Además de tocar ideas no tan sencillas de abordar para un individuo adulto y mucho menos para un niño, usar los personajes de Harry Potter cómo referencia nos ayudará a tratar un tema mucho más complejo: la tarea de contar a tus hijos que poseen una enfermedad hereditaria.
Harry Potter y la placa Petri
El primer concepto que podemos entender usando estas novelas es el de la herencia recesiva de un carácter. Enfermedades cómo la fibrosis cística se hereda de forma recesiva, y pueden aparecer en tus hijos sin que los padres la padezcan. Al igual que un hijo de padres magos tendrá una gran posibilidad de ser Mago cómo Harry Potter, un hijo de padres Muggles (no magos) tendrá posibilidades de ser mago (cómo Hermione) o no.
Tampoco podemos olvidarnos del curioso personaje de Hagrid, de un tamaño mayor que un humano gracias a descender de una madre Gigante.
“Te pareces a tu padre Harry, pero tienes los ojos de tu madre.”
Nuestras células portan una información genética, que determina cómo vamos a ser. Así Harry Potter se consolidaría cómo tal, con sus ojos verdes y el pelo desaliñado.
Cómo contarle a tu hijo que padece una enfermedad genética
En los tiempos que corren, es posible conocer que enfermedades o que riesgo tenemos o tiene nuestra descendencia de padecer alguna condición que esté asociada al genoma de alguno de sus progenitores o ambos.
Una forma ingeniosa que sugiere Jon Roberts, consejero genético en el Wellcome Trust Sanger Institute del King’s College London en Reino Unido, es la de utilizar personajes de Harry Potter para contarle a tu hijo sobre la posibilidad de padecer una enfermedad hereditaria.
Las enfermedades hereditarias no deben de ser un impedimento para el desarrollo de nuestra vida. Hay algunas que pueden condicionar nuestra rutina, pero hay otras que no suponen más que un pequeño obstáculo. Sin embargo, incluso las menos peligrosas pueden llegar a volverse un problema para nuestro hijo si le hacen sentir diferente a los demás durante el desarrollo escolar y pueda sentir un rechazo o tomar distancia del resto de sus amigos.
Para evitar esto, Roberts usa el genial ejemplo de nuestro protagonista, Harry Potter, o cómo a J. K. Rowling le gusta llamarlo en sus libros: el elegido. Harry consigue hacer de sus diferencias (cómo la cicatriz) sus defensas, afrontando los retos con mayor determinación.
Haciendo nuestras diferencias invisibles
Cómo la capa de invisibilidad que usaría Harry para evadir los peligros y husmear dónde no debía, nosotros podríamos conseguir el mismo resultado a la hora de hacer de una condición genética parte más de nuestra vida.
Uno de los grandes errores está en el concepto generalizado que tenemos sobre el término ‘mutación’. Las mutaciones no deben ser necesariamente malas, pero suenan realmente mal; podemos utilizar mejor el término variación genética, y luego ya hablar de si son patogénicas o no.
El segundo error lo tienen los prejuicios; en Harry Potter tachaban a Lupin de una persona peligrosa y salvaje por ser un hombre lobo, aunque este no luciese cómo tal todo el tiempo. Sin embargo, todo aquel que haya visto las películas o leído los libros sabrá cómo este personaje estaba lleno de amor y amabilidad.
Este artículo no hará de vuestro hijo el director del MIT, pero le ayudará a comprender un poco mejor algunos de los conceptos a los que se tendrá que enfrentar en los libros de texto y quizás en su vida.
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