Un fotógrafo proveniente de Malasia tuvo la oportunidad de visitar Fukushima, y lo que encontró es un pueblo abandonado.
Hace ya 5 años que un terremoto de magnitud 9 golpeó la costa este de Japón con una fuerza inimaginable. Las consecuencias fueron catastróficas, tanto en términos de pérdidas humanas como materiales, y todo el país aún se está recuperando de ellas.
Sin menospreciar al resto, tal vez la consecuencia más potencialmente terrible fueron las explosiones en la central nuclear de Fukushima y la consecuente triple fusión del núcleo, que mantuvo en vilo a toda la nación y al resto del mundo. Todo el mundo recordó el desastre Chernobyl, y deseaba que no fuese a repetirse en Japón.
Qué ves cuando consigues visitar Fukushima
Los robots que limpian Fukushima están muriendoLos robots que limpian Fukushima para encontrar materiales radiactivos y limpiar tampoco tienen las cosas fáciles en ese entorno. La radiación los destruye.
Cinco años han pasado desde entonces, y la situación sigue siendo complicada. La radiación dentro de la central sigue siendo tan alta que ninguna persona puede entrar, y ni siquiera los avanzados robots enviados por varias empresas japonesas han conseguido sobrevivir demasiado tiempo.
Aunque oficialmente el accidente nuclear no produjo fallecidos (aunque sí que se encontraron dos personas muertas a consecuencia del terremoto), eso ha sido gracias al excelente trabajo de evacuación de la zona realizado por las autoridades.
En un principio se evacuaron a todas las personas en un radio de 10 kilómetros, pero posteriormente se amplió a un radio de 30 kilómetros; en total, 470.000 personas fueron evacuadas, aunque la mayoría tuvieron que hacerlo por los daños que había provocado el terremoto.
Se calcula que algo más de 150.000 personas tuvieron que ser evacuadas como consecuencia directa del desastre nuclear, aunque un buen número de ellas ha vuelto a vivir a unos 30 kilómetros de la zona. De hecho, hoy mismo el gobierno ha anunciado que permitirá a 10.000 personas más que vuelvan a sus hogares.
La zona roja de exclusión tiene un diámetro de 20 kilómetros, y está controlada por la policía y los servicios de emergencia para evitar que entre nadie. Pero el fotógrafo Keow Wee Loong consiguió aventurarse en la zona, y estas son sus fotos.
Como vemos, la zona está prácticamente igual que como la dejaron. De hecho, Loong bromea con que en este sitio tiene todo lo que podría necesitar en su vida, aparte de la radiación, claro.
Al entrar en la zona de exclusión, uno siente una sensación de ardor en los ojos, y un olor químico que lo impregna todo.
Los habitantes de esta zona evacuaron inmediatamente ante la alerta de tsunami, antes incluso de que se conociese el desastre de la central cercana; por eso nadie ha podido volver a colocar los paquetes caídos por el terremoto en las tiendas, por ejemplo. En este lugar no falta la lectura gracias a una librería y a las revistas que quedaron atrás.
Los videoclubs aún mantienen los posters de las películas que iban a ser una sensación en el 2011. En muchos sentidos, es como viajar en el tiempo.
Entrar en Fukushima es entrar en una ciudad fantasma, con los coches abandonados por sus propietarios y casas semiderruidas por el terremoto. Una sensación extraña que no podemos olvidar, incluso aunque no hayamos estado allí.
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